Yo sólo soy voluntario
Hace dos años en Madrid, hablando con una voluntaria me dijo No, yo no soy optometrista, sólo soy voluntaria y ya en aquel momento pensé que la palabra “sólo” sobraba en la frase. Pero este año que me tocó hacer su trabajo me di cuenta de lo importante y difícil que es.
Cuando te dan la lista de pacientes piensas en cómo hacer para llevar a los ocho ordenados. Empiezas bien, pero en diez minutos tienes a cada uno de ellos en una esquina distinta haciéndole una prueba distinta. Tienes que memorizar los nombres y las caras, buscarlos y llevarlos de un lado para otro. Tienes el que no quiere gafas, a Maria José que está muy muy feliz de estar aquí, el que quiere unas gafas de marca porque soy pijo, la que solo quiere la bolsa, el que se marcha corriendo… y todo esto entre un montón de gente, gritos, abrazos y besos.
Te das cuenta que los voluntarios son los que hacen encajar las piezas de nuestro trabajo, que lo que se dice en el discurso del último día de que esto no podría funcionar sin el trabajo de todos no es una frase hecha. Son los que permiten a los optometristas no perder tiempo y que puedan emplearlo en atender a los pacientes lo mejor posible, mejor que otra gente que no tuvo paciencia, y que si es necesario alguien pueda pasar una hora haciendo una retinoscopía tirado en el suelo de un cuarto de baño hasta que lo consigue.
El primer día dije que no quería volver a hacer este trabajo, que prefería quedarme viendo pacientes, pero cuando volvía para casa empecé a pensar y cambié de opinión. Como dijo Félix…
“Pues yo para el año que viene repito”.
Felipe González